A
Juan Carlos Usó
EL COCIDO*
Para
que la vida te sorprenda conviene estabilizarse.
Conviene
saber que el mundo está lleno de hijos de Sancho con burro delante
que no espante al pedrero de los versos.
“Más
adentro en la espesura”, entraremos en el carvajal donde el
gerundio de Fernando se andrada por los karaokes del
mundo, sin más paredes que su voz.
Con
ese ardid, transitamos la calle de los santos,
ángela noche sin más sayago que el llamazares
de este párrafo impertinente.
Decía,
que conviene estabilizarse.
Ignorar
que Carmen creció en un jardín, en el bravo canto de
un mar blanco sin
mezquita.
Ignorar que Alcántara
salió de su toponimia
hacia crisálidas de historia.
Llamarse
Rosa Cruz es nacer a un verso juanramono. Aprender, sin
hache, que seremos un Lázaro jugando
al pilla-pilla, la niña, la Santamaría...
Hay
que ser Fuertes como
Mario, que ha Lourtau
el apellido a Charlotte
sin más Laka que un
Cañete de Mareza
-con perdón- para cantar a Cora
las virtudes de la fonética que significa mejor.
Conviene estabilizarse, repito.
Hay que procurarse un trabajo establo con letras
dominicales. Jugar a la independencia tejiendo lazos y gozar de la
generosidad del excedente.
Agitar el avispero es otra omfalofilia como mirarse el
ómbligo en el espejo de un agujero. Jugamos al encuentro, a repetir
los versos, las posturas y los facebooks.
Nos encontramos en la prosa anual de este pilates, en
esta Navidad de marzo, como la repetición de la familia y el cocido.
Por eso, conviene estabilizarse. Asumir el michelín, la
calva y la cara tonta de las fotos.
Escribir es sorprender a las cosas. Es la colleja de una
emoción inesperada, preguntar al qué por el cómo y no responder
por miedo a la pregunta.
Conviene estabilizarse, claro.
Pero resulta que la poesía es inconveniente, que no hay
quien la entienda porque la emoción con emoción se explica y dos
horas es mucho ruido a base de “cincominutos”.
Seamos inconvenientes. Que la sinécdoque nos acaricie,
que el hiperbatón roce el labio de las sinalefas. Que las cesuras y
los hemistiquios ensaliven sus barricadas. La revolución no se crea
ni se destruye, se transforma.
Rebelarse, con be de burro, cambia a las iglesias de
pancarta.
Revelarse, con uve de embudo, tiene un treinta y tres de
luz que nos expande.
Que nadie venga con el cocido de la palabra hecha
domingo por el macramé dramático de la lucha. Que no te instalen en
el yoga anual de la emoción, con palabras aburridas como éstas.
*[En cursiva nómina de autores participantes en Edita 2024]
(vídeo y fotografías: Mónica Marín)